20 de enero de 2017 

“La infrecuencia con lo que ocurre lo esperado….”

William Carlos Williams

Llegó el momento en que el poder acompaña a la palabra. Ya no son promesas de campaña, ni planes, ni necesidad de convencer, ni de decir lo que su electorado quiere escuchar. Creyeron y hoy Donald Trump es el presidente de la nación más poderosa del planeta. 

México fue un tema central durante su campaña y sus primeros días como presidente electo. Si es consuelo, no somos los únicos, las amenazas pesan sobre otros países y grupos que no han cometido mayor afrenta que tener tratos comerciales, migratorios o simples desencuentros ideológicos con Estados Unidos. Sin embargo, dada la estrecha relación de México con E.U., nuestro país se encuentra entre los más amenazados.

¿Cuáles serán las primeras acciones del presidente Trump?

Este 20 de enero de 2017 Donald Trump tomó posesión de su alta encomienda. Por lo pronto, llega al poder con acusaciones serias, como la intervención rusa en las elecciones, empieza con los ojos atentos de las autoridades locales a los conflictos de interés que sus empresas van a causar por su relación gubernamental y que no han sido adecuadamente neutralizados. Además, empieza con un gabinete formado por amigos y parientes. Ya subido al ring, sus votantes están expectantes de ver la ejecución de sus promesas.

En la parte de la agenda que nos toca, el primer punto será el llamado a la renegociación del Tratado de Libre Comercio. Se busca, de acuerdo con sus declaraciones, prácticamente su anulación. Pasamos de ser socios a que se nos mire como la competencia  a vencer. La idea es imponer tasas impositivas a algunas de las exportaciones que hacemos hacia Estados Unidos. Esto cambiaría bastante la situación actual, pues el 80% de nuestras exportaciones totales están dirigidas a dicho mercado. Aunque imponer aranceles sería violatorio de acuerdos comerciales globales de la Organización Mundial de Comercio (WTO) e implicaría sanciones o guerras comerciales a nivel mundial, sobre esto ya se han comenzado a delinear algunos esbozos del programa. El primero es la aplicación de un “impuesto fronterizo” el cual gravaría algunos productos importados desde México, como automóviles, permitiendo al importador deducir solamente los costos del contenido nacional producido en E.U. Esto, según Trump, incentivaría a los fabricantes a producir más en plantas ubicadas en los Estados Unidos, a costa de importar desde México y otros países. Para paliar la medida ha hablado de dar incentivos para los exportadores estadunidenses y, lo más importante que tiene esperanzada a su población, una baja generalizada de impuestos.

Políticamente suena bien, pero desafortunadamente esto puede ser contraproducente para E.U. Cuando se establece un impuesto, por decir al aguacate, el gobierno americano percibe ese impuesto, pero a su vez el productor se ve obligado a elevar el precio que se traslada al consumidor final. Si estamos hablando de productos que no es posible importar de otros países o que son específicamente producidos para ellos, los precios se elevarán y causarán inflación. También el productor mexicano evalúa si conviene más venderlo a Estados Unidos o a otros países, lo que representa una caída en la oferta del producto y un aumento en los precios internos. Hoy estamos especulando, los equipos y las propuestas se irán armando, nada está decidido y la renegociación del Tratado tomará tiempo.

Incluido en la revisión del TLC está el endurecimiento de las políticas para las inversiones de empresas americanas establecidas en nuestro territorio.  El mundo ya es global, hoy un coche se produce en muchos territorios y con componentes provenientes de prácticamente todo el mundo. Plantas y armadoras trasladan entre países las piezas y los procesos. El obstaculizar la producción, el duplicar los gastos de mano de obra, que, dicho sea de paso, cada vez son menos significativos en el proceso productivo, sólo encarece el producto americano. Este freno al progreso suena costoso, desgastante, inútil e ineficiente. El proteccionismo a una economía fuerte y estable se antoja contraproducente, sólo trae crisis, desempleo y recesión. El tiempo lo dirá. Lo que está claro es que están por determinarse las reglas del juego y las empresas tendrán que evaluar los impactos para ajustar sus procesos productivos y tomar las decisiones de inversión a futuro.

También se prevé que reducir impuestos en E.U., aunado a políticas proteccionistas, aumentaría la inflación y por ende las tasas de interés, haciendo las importaciones más atractivas y menos competitivas sus exportaciones. Esto es contrario al objetivo final de Trump de convertir el déficit comercial en un superávit.

¿Qué deberá hacer México?

Nuestro país tendrá que adaptarse a estas nuevas condiciones, sin embargo, la integración que se ha alcanzado desde la firma del TLC es difícil de eliminar. La eficiencia que han alcanzado las empresas mexicanas, así como el tipo de cambio tan castigado nos hacen ser muy competitivos. Existirán retos pero también oportunidades. Lo que es clave es la negociación del TLC y también el diversificar nuestras exportaciones a otras regiones para reducir la alta dependencia con E.U.

Otros puntos mencionados durante la campaña: la construcción del muro fronterizo con cargo a México, gravar las remesas que son el segundo ingreso de nuestro país y las políticas migratorias en general. Su aplicación está aún por verse, pero también tendría un costo muy alto en la mano de obra de los Estados Unidos.

Hoy dejamos la ficción y asumimos la realidad. De lo que estamos seguros es que en México sabemos trabajar.

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